Skip to main content

Cuando el que escribe no pasaba del metro y 20 centímetros, uno de los grandes éxitos que se cantaban en la escuela dominical llevaba por título “Lee la Biblia”. Estaba compuesta solamente de una estrofa, que básicamente decía lo siguiente: “Lee la Biblia y ora cada día… ¡Si quieres crecer!”. ¡Qué razón tenía su anónimo autor! Y es que la lectura de la Palabra de Dios estimula nuestra hormona del crecimiento– espiritualmente hablando– como nada ni nadie puede hacerlo, al menos en cuatro áreas concretas:

  1. Lee la Biblia si quieres crecer… en conocimiento

Si queremos conocer a Dios, si aspiramos a experimentar una genuina reconciliación con Dios, si anhelamos disfrutar de verdadera comunión con Dios… Hemos de cruzar a través de la senda estrecha que la Escritura nos presenta. ¡No existe otra! El Alto y Sublime, que habita en luz inaccesible, se ha acercado a nosotros, miopes pecadores, a través de Su Palabra, haciendo de ella el medio imprescindible para entrar en contacto directo con todo lo que tiene que ver con Su Persona (Juan 5:39; Romanos 10:17). El Dr. Hamilton lo explica de esta manera: No hay analogía para el Dios de la Biblia. Él es único. Sólo lo experimentamos si se revela. En la Biblia Él ha hecho precisamente eso. ¿Cómo llegamos a conocerlo? Por su revelación de sí mismo, por aprender a leer la Biblia desde la propia Biblia.[1]

¡No existen atajos ni copias alternativas disponibles en el mercado! La vida cristiana encuentra su origen y fundamento en lo que la Palabra de Dios nos propone, y solamente en la medida en la que nos alimentamos del único instrumento autorizado podremos conocer a Dios de una manera fiable (Santiago 1:18; 1 Pedro 1:23).

  1. Lee la Biblia si quieres crecer… en comprensión

Además de recibir acceso a la Persona de Dios y todos los beneficios que de Él se desprenden, la Escritura nos permite entrar en la misma sala de máquinas del universo. Por medio de ella nos es posible entender cómo funciona el mundo desde la óptica de Su Creador (1 Corintios 2:16) y cuáles son Sus magníficos planes para con Sus criaturas (Isaías 55:8-11; Romanos 12:2) Comentando acerca de este mismo asunto, Martyn Lloyd-Jones escribió lo siguiente: “No podemos leer la Escritura sin quedar impresionados por sus infinitudes e inmensidades´. Somos conscientes del hecho de que nos enfrentamos a misterios fundamentales y eternos. Hemos de confesar que, cara a cara ante esto, las filosofías de los hombres y hasta las intuiciones más elevadas de los más inspirados poetas palidecen por contraste. La gloria trascendente de los misterios de Dios atestigua el verdadero valor de la Escritura”.[2]

La Palabra de Dios responde de manera definitiva a las preguntas recurrentes que el ser humano se ha venido haciendo desde el principio, cuestiones como “¿Quiénes somos?” “¿De dónde venimos? o “¿A dónde vamos?” Pero también nos ilumina con respecto a lo que trasciende a nuestras habilidades o inquietudes “naturales”, revelándonos exactamente cuáles son las expectativas y las demandas de Dios para con Sus hijos. Nunca comprenderemos todo sobre todo. Sin embargo, en la Biblia, Dios refiere exhaustivamente lo que resulta necesario para la vida y la piedad (2 Pedro 1:3, Deuteronomio 29:29) confirmando que Él está al control de cada evento que tiene lugar en cielos y tierra (Salmo 103:19; Mateo 10:29-31). ¡Esto es todo lo que necesitamos! Como si de una lámpara se tratase, la Palabra orienta nuestros pies apuntando a la dirección correcta (Salmo 119:105). Por eso, podemos decir con confianza: “En Tu luz vemos la luz” (Salmo 36:9).

  1. Lee la Biblia si quieres crecer… en carácter

La Escritura nos informa, pero también nos transforma. Al avanzar a lo largo de sus páginas somos instruidos, pero también impactados por las verdades que ella contiene. Y esto tiene un efecto purificador en la vida y el carácter de aquellos que la guardan (2 Corintios 7:1; 2 Pedro 1:4-11). Toda aproximación a la Biblia que no redunde en la santificación del lector resulta tan inútil como desconcertante, porque esta es la experiencia común tanto a los falsos maestros como a los falsos profesantes (Tito 1:16).

La verdad de Dios nos confronta, nos convence y nos conforma a imagen y semejanza de Su Autor… ¡Para eso fue diseñada! (Hebreos 4:12; Juan 17:17) Por eso, resulta de vital importancia que ocupe un espacio central en nuestros hogares y congregaciones (Colosenses 3:16). En palabras del profesor Sinclair B. Ferguson: “Si hemos aprendido de la Escritura a estar en guardia, y hemos crecido en discernimiento por medio de su enseñanza, podremos distinguir entre lo verdadero y lo falso, lo correcto y lo incorrecto, lo bueno y lo malo, Dios y Satanás. Entonces nos será posible permanecer firmes “en el día malo”, y al final de él “estar firmes”.[3]

  1. Lee la Biblia si quieres crecer… en capacidades

La Palabra de Dios nos acerca a Dios y nos desvela los propósitos de Dios de manera singular y, como resultado, somos santificados. Pero también nos cualifica para un servicio agradable a Él. En la carta de despedida dirigida a su pupilo Timoteo, Pablo insistió en lo siguiente: “Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, equipado para toda buena obra”.

 Si hemos de servir al Señor de una manera que honre al Señor, la Biblia (no la cultura ni las expectativas propias o ajenas), es la regla con la que habremos de medir el qué debemos hacer, pero también el cómo debemos hacerlo.

Conclusión:

Muchos años más tarde, y con casi 1 metro y 90 centímetros de altura, la cancioncita que mencionaba al principio– además de los gestos, que a un niño de 5 o 6 años le parecen lo mejor del mundo– sigue grabada en mi mente y en mi corazón también. Porque, espiritualmente hablando, no he alcanzado mi tope, hay mucho margen todavía… ¡Necesito seguir creciendo! Tanto en conocimiento y comprensión, como en carácter y capacidades. Pero la fórmula para lograrlo no ha cambiado. Por eso, me digo a mí mismo, y te digo a ti también: Lee la Biblia… ¡Si quieres crecer!

 

[1] James M. Hamilton, “¿Qué es la Teología Bíblica?: Una guía para la historia, el simbolismo y los patrones de la Biblia” (Colombia: Editorial Monte Alto, 2020), 21.

[2] Martyn Lloyd-Jones, Autoridad (Moral de Calatrava, Ciudad Real: Peregrino, 2006), 54.

[3] Sinclair B. Ferguson, “From the Mouth of God: Trusting, Reading, and Applying the Bible” (Carlisle: Banner of Truth, PA: 2014), 157.

Heber Torres

Heber Torres

sirve como pastor de Redentor Madrid y es director del Certificado en Estudios Bíblicos del Seminario Berea (León, España). Está casado con Olga y juntos son padres de tres hijos: Alejandra, Lucía y Benjamín.

Dejar un comentario