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Vivimos en la época más apresurada y vertiginosa de la historia. Nos pasamos todo el rato de aquí para allá. Nos sentimos agobiados y presionados la mayor parte del tiempo, porque siempre hay algo pendiente. No llegamos. No acabamos. Esa es la queja habitual, también entre cristianos: “La jornada no me rinde…” “No tengo tiempo para mí…” Y, sin embargo, los datos parecen indicarnos lo contrario. Hace unos meses se publicaba un estudio a nivel global y las cifras resultan reveladoras y estremecedoras a partes iguales. La media diaria de tiempo– tiempo de ocio, no de trabajo–que los españoles pasan en internet, ya sea con el móvil o el ordenador personal roza las 6 horas. En países como Sudáfrica o Brasil supera las 9 horas diarias. Nuestros cerebros, constantemente expuestos al movimiento incesante de pantallas y dispositivos, se encuentran sobre estimulados, súper informados y entretenidos, sobre todo eso. Y, como resultado, terminamos peor preparados e insatisfechos. No es el único efecto secundario. Porque ese acceso a un mundo de entretenimiento sin límites es también la fuente de confusión principal. No hace falta dejarse caer por los malos fondos de la ciudad para juntarse con compañías cuestionables o con consejeros dudosos. ¡Los tenemos en casa! ¡Los metemos en casa! Muchos gastan sus vidas visitando páginas y perfiles de contenido (en el mejor de los casos) indeterminado, impreciso o simplemente intrascendente. Y eso que resulta poco o nada edificante, termina por ser parte de nuestro historial de búsqueda.

Algo necesario

Cierto es que no todo lo que producen los hombres cae dentro de la categoría de pecaminoso. Pero ¿por qué conformarnos con que algo no sea intrínsecamente malo cuando podemos disfrutar de lo que es objetiva y abiertamente mejor? (Filipenses 4:8) El Señor Jesucristo puntualizó, precisamente ante una cultura familiarizada con la Escritura, pero enfrascada y preocupada por otras muchas realidades, que “una cosa es necesaria”. ¡Una cosa es necesaria por encima de todas las demás! (Lucas 10:42). El libro más largo de la Biblia comienza de esta misma manera, exhortándonos a prestar una atención primordial a la Escritura. Primordial porque esta atención no se limita a ciertos días o a ciertos momentos del día. Dice el versículo 2 del Salmo 1, que el hombre bienaventurado “medita”, “reflexiona”, “recapacita” en la Palabra de Dios… ¡De día y de noche! Es lo primero y lo último de su jornada, así la comienza y así la termina. Dios ya había dado una consigna similar al pueblo de Israel bastantes años antes, a las puertas de la tierra prometida, pero también de una nueva realidad vital para la nación: Este libro de la ley no se apartará de tu boca, sino que meditarás en él día y noche, para que cuides de hacer todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino y tendrás éxito (Josué 1:8).

Algo provechoso

Yo te pregunto a ti, lector: en medio de ocupaciones y trabajos, de compromisos, y actividades voluntarias o inexcusables… ¿Cuánto tiempo dedicas a leer la Biblia? ¿Cuánto tiempo dedicas a meditar en la Biblia? En ocasiones apelamos a la analogía que la misma Escritura nos ofrece entre el alimento físico y el alimento espiritual. El propio Señor Jesucristo la va a emplear en Mateo capítulo 4 cuando está siendo tentado por Satanás y él mismo responde de esta manera: “El hombre no vivirá solo de pan, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo 4:4). Lo que sucede es que, con respecto a la comida, en relación con la dieta, existen todo tipo de propuestas ¡hasta la de ayunar intermitentemente! Pero la imagen del Salmo 1 resulta verdaderamente reveladora. Posiblemente más que cualquier otra. Porque uno no puede (al menos no debería) estar comiendo de día y de noche, continuamente, constantemente, incesantemente. ¡Nos haría mucho más mal que bien! Pero uno sí debe estar leyendo, pensando, meditando en la Palabra de Dios de día y de noche. Continuamente, constantemente, incesantemente. ¡Nos haría mucho bien y ningún mal! Tanto como para que el salmista hable de bienaventuranza y de delicia. Bienaventuranza en el sentido de satisfecho, de gozoso, de contento. Y esto es va más allá de simplemente sentirse feliz. Porque la felicidad es frágil y momentánea. Pero el contentamiento es persistente. El texto habla de bienaventuranza y delicia, en el sentido de complacencia, de disfrute, de placer. La palabra traducida como consejo, que aparece en el versículo 1, en el hebreo en el que fue escrito este salmo originalmente es literalmente la palabra “árbol”. El contraste resulta evidente: frente a la interrupción y a la confusión, frente a la corrupción de estos consejos de paja (v. 4), el fruto, el producto, el resultado de atender este árbol, es decir, de dar preminencia a la Palabra de Dios en nuestra vida no es otro que bienaventuranza y delicia.

Conclusión

¿Anhelamos una íntima relación con Dios? ¿Deseamos experimentar crecimiento espiritual y gozo genuinos? ¿Pretendemos afrontar la realidad con la sabiduría y el discernimiento necesarios?  Regresemos a las Escrituras. Devolvámosle a la Palabra la preeminencia que solamente a ella le corresponde, y esta actuará. A veces dramáticamente, a veces lentamente, sutilmente, silenciosamente, pero indefectiblemente:

Porque como descienden de los cielos la lluvia y la nieve,

y no vuelven allá sino que riegan la tierra,

haciéndola producir y germinar,

dando semilla al sembrador y pan al que come,

11así será mi palabra que sale de mi boca,

no volverá a mí vacía

sin haber realizado lo que deseo,

y logrado el propósito para el cual la envié.

(Isaías 55:10-11)

 

 

 

Heber Torres

Heber Torres

sirve como pastor de Redentor Madrid y es director del Certificado en Estudios Bíblicos del Seminario Berea (León, España). Está casado con Olga y juntos son padres de tres hijos: Alejandra, Lucía y Benjamín.

Un comentario

  • Margarita dice:

    Que para tener una relación íntima con DIOS, alimentarnos espiritualmente, sentir un gozo geneinio. Debemos alimentarnos con la palabra día y noche, como niños recién nacidos con la leche materna, ponerla en práctica y de esta manera DIOS nos dara repuesta, porque si permanecemos en El y descansamos en su santa voluntad, el nos acogerá.

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