En su segunda epístola a Timoteo, concretamente en el tercer capítulo y en su versículo dieciséis, el apóstol Pablo hace una declaración categórica: “Toda la Escritura es inspirada por Dios”. Pero ¿qué significa exactamente eso de “inspirada? ¿Y a qué Escritura se refiere?
-
La doctrina de la inspiración de las Escrituras deformada
En los dos últimos siglos varias nociones confusas o directamente deformadas acerca de la doctrina de la inspiración se han venido difundiendo y extendiendo aún desde algunas iglesias y denominaciones cristianas.
Algunos entienden la inspiración simplemente como la chispa que provoca logros y consecuciones singulares, extraordinarias, resultado de haber recibido una especial destreza, una habilidad genial, solamente al alcance de unos pocos elegidos. Sin embargo, la propia Palabra de Dios nos confirma que son las palabras de Dios, no los autores, las que han sido inspiradas (2 Pedro 1:21). Durante el pasado siglo XX, desde un ámbito protestante al que se le dio el nombre de “neo-ortodoxia”, se popularizó la idea de que la Biblia no es necesariamente la Palabra de Dios, sino que contiene la Palabra de Dios. No son palabras sagradas lo que tenemos delante cuando nos acercamos a las páginas de la Escritura, dicen ellos, sino, más bien, ideas o conceptos sagrados. Pero la Biblia en su conjunto se presenta a sí misma como la revelación escrita de Dios (1 Corintios 2:13; Juan 17:8). Y por eso no se nos advierte del peligro de alterar ciertos conceptos o ideas, sino de manipular o trastocar el texto en su conjunto (Deuteronomio 4:2; Mateo 5:18; 24:35). Un tercer enfoque acerca de este asunto se conoce como inspiración mística, y defiende la noción de que la Escritura ha de ser leída como un libro vivo y transformador. Esto resulta atractivo, particularmente en una época en la que las emociones y los sentimientos son los pilares sobre los que tantas personas edifican sus vidas. Pero detrás de este lenguaje sugerente nos encontramos con una visión absolutamente subjetiva y abusiva para con el texto bíblico. En esta orientación mística todo gira en torno a un lector que terminará por evaluar por medio de su experiencia qué contenidos proceden de la mano de Dios y cuáles no. Algunos se opondrían rápido a esta aproximación a la Biblia tan egocéntrica, pero, en la práctica, es el método que emplean para interactuar con la Palabra de Dios. Y, como resultado, en lugar de someter todo pensamiento a Cristo (2 Corintios 10:5), lo que se somete es todo texto al pensamiento y los intereses del lector.
-
La doctrina de la inspiración de las Escrituras definida
En 2 Timoteo 3:16, nos encontramos con la palabra “inspiración”. Se trata de un término compuesto, a su vez, por otras dos palabras: el sustantivo θεός, que significa “Dios” y el verbo πνέω, que quiere decir “exhalar” o “soplar”. Pablo enfatiza que, en última instancia, la Escritura es el resultado del soplido de Dios, del aliento de Dios, de la acción soberana de Dios. Dicho de otra manera: la Escritura tiene un origen divino. Esta no es una afirmación aislada de un apóstol. Una y otra vez, los autores bíblicos nos recuerdan que son meros portavoces de Alguien mayor.
La Biblia no es un producto humano ni el resultado de una convención. Dios mismo es el “instigador”, Él es el “Autor” de la Escritura. Fue Él quien “movió” a los más de 40 autores que a lo largo de 1500 años redactaron lo que Dios dirigió a sus mentes y corazones. Al punto que, tanto los escritores del Antiguo Testamento como los del Nuevo, eran conscientes de que en última instancia lo que estaba sucediendo era la obra de Dios. Es por eso que Pablo escribe con toda confianza lo siguiente en 2 Tesalonicenses 2:13: “Por esto también nosotros sin cesar damos gracias a Dios de que cuando recibisteis la palabra de Dios, que oísteis de nosotros la aceptasteis no como la palabra de hombres, sino como lo que realmente es, la palabra de Dios, la cual también hace su obra en vosotros los que creéis”.
Toda la Escritura, dice Pablo, todo el texto, toda palabra está inspirada, plenamente. En la Biblia no hay libros más importantes que otros, no existen verdades más pertinentes que otras, no hay doctrinas más sagradas que otras. Es por eso que, cuando Pablo se dirige a los ancianos de Éfeso para despedirse les recuerda que “no rehusó declararles todo el consejo de Dios” (Hechos 20:27). Eso no quiere decir que por el hecho de que está inspirada la Biblia es resultado de un “dictado” de Dios a sus autores. En ese sentido, resulta interesante revisar una vez más lo que el apóstol matiza en 2 Pedro 1:20. Pedro se refiere ahí al concepto de “interpretación privada”. Los escritos que conforman la Biblia no fueron resultado ni de un dictado ni de una iniciativa privada, sino de la obra sobrenatural del Espíritu Santo.
El Espíritu Santo es el agente definitivo que hace posible que la Biblia esté con nosotros aquí y ahora, compilando los hechos (Juan 14:17 y 26), revelando la intención de Dios (Juan 16:13–15), y preservando el texto (Isaías 40:8; Mateo 24:35). Sin embargo, algunas voces en el llamado mundo evangélico alertan del peligro de caer en la “bibliolatría”, criticando que la Biblia tenga un lugar tan prominente en nuestras congregaciones, nuestras familias o nuestras actividades. Esta acusación no es nueva pero sí que resulta muy contradictoria. Porque el Dios que se ha revelado a través de Su Palabra, el Dios que se ha dado a conocer a través de Su Palabra, el Dios que ha engrandecido Su Palabra a la misma altura que Su Nombre (Salmo 138:2), quiere transformarnos por medio de ella.
Conclusión
Tras haber establecido el fundamento de la inspiración de la Escritura en 2 Timoteo 3:16, Pablo asegura que aquella persona que se deja guiar por esa misma Escritura será perfecto, en otras palabras, estará “completo”, “maduro”, “enteramente preparado”, “en condiciones de cumplir con todas las demandas” de la vida y el servicio cristiano que se presentan en el día a día. El apóstol enfatiza que la Escritura es la fuente válida de conocimiento, corrección y crecimiento espiritual.
La Palabra de Dios es el medio que Dios ha provisto para que ministremos y para que seamos ministrados. El canal que el Espíritu Santo usa para que seamos conformados a la imagen de Su Hijo Jesucristo.
Yo te pregunto, ¿la estás leyendo? ¿Te está impactando? ¿Te está transformando?
Sola scriptura